El Deporte en la Escuela (Parte I)
El hecho de que el deporte no sea un producto educativo en su origen, hace que su introducción en la escuela se haga casi siempre como un mimetismo del deporte de adultos, y más aun del deporte de elite y del deporte espectáculo, y que primen en él más los objetivos estrictamente deportivos que los educativos.
La situación se ve agravada, en parte, porque los profesionales del deporte (monitores, entrenadores, etc.), que también han irrumpido en la escuela, se han formado tradicionalmente en ausencia de toda preparación pedagógica y buscan sobre todo en el deporte escolar el rendimiento y la competición.
No se trata pues, de educar para el deporte, como si éste fuese el coronamiento de la educación física, sino de educar a través del deporte. No hay oposición, además, entre deporte y educación física, ya que la actividad deportiva es considerada como un sistema de educación, tanto sea entrenamiento físico o simplemente recreación (A. Listello 1959).
El método deportivo utiliza como centro de interés el gusto de los niños por las actividades deportivas para, a través de ellas, alcanzar una formación completa, física, viril, moral y social, y a la vez extender el gusto por estas actividades mas allá de la edad escolar.
En efecto, no creemos que el deporte, tal como lo vivimos actualmente, resuelva los problemas de la educación física escolar.
La practica prioritariamente deportiva en la escuela, tanto por los métodos utilizados (analíticos y conductistas), como por los objetivos perseguidos de rendimiento y competición, ha supuesto dos cosas.
Una, por no ajustarse en sus métodos de aprendizaje, centrados sobre todo en la demostración y repetición como vía de adquisición de las técnicas, al ritmo de desarrollo del niño y a sus intereses, formas de comprensión, atención, etc., se convirtió muchas veces en un mero adiestramiento (un "minientrenamiento" mimético del de los adultos) y no en una verdadera educación, resultando paradójica mente poco motivante para muchos niños que deseaban más el juego motriz libre que las sesiones de aprendizaje rígidamente programadas; curiosamente, el aprendizaje de los deportes cae en los mismos vicios que se achacaban a la educación física metódica.
Otra, la enseñanza de los deportes con objetivos fundamentalmente de rendimiento y competición ha supuesto indirectamente la selección espontánea, cuando no provocada por los mismos profesores, de los más capacitados, de los mejores y el abandono más o menos explícito de los menos dotados o de los menos motivados, con lo cual la educación física en este caso viene a "reforzar" a los mejores pero no ha producido, hasta ahora, un interés generalizado por la practica de las actividades físicas como hacen patente los sondeos en nuestra sociedad.
Es verdad que últimamente existe todo un movimiento hacia el "deporte educativo" que lo distingue clara mente del "deporte competitivo"; "se necesita crear un deporte del niño, un deporte para el niño, es decir, un deporte de adquisición y de desarrollo de las aptitudes motrices que se diferencie del simple deporte de "performance" (R. Merand). En efecto no se trata de eliminar el deporte en la educación sino de que no contradiga, por sus métodos, los fines de la misma.
Los grandes defensores del deporte suelen adjudicarle, como ya hemos visto, una gran variedad de valores morales y sociales, desde el "fair-play" hasta la cooperación, la ayuda mutua o la identificación con las normas. A éstos se les podrá contestar también que el deporte en si mismo no tiene nada que ver con la moral, es la utilización del deporte la que lo puede convertir en promotor de ciertos valores como los señalados, pero también en promotor de los contrarios: agresividad, engaño, protagonismo exarcebado, etc.
Incluso, desde el punto de vista físico, el deporte no siempre mejora el organismo; piénsese, por ejemplo, en las consecuencias de la especialización precoz, o la adquisición de automatismos motores tan rígidos en algunos deportistas que les hace difícil la consecución de movimientos nuevos y, por lo tanto y paradójicamente, la mayor habilidad en un ámbito deportivo determinado reduce en ese individuo su disponibilidad motriz generalizada.
El deporte escolar por su propia definición debe tener fundamentalmente fines educativos, tanto referidos a la educación general como a la propia educación física y, consecuentemente con los pretendidos valores del deporte.
No se trata de rechazar el deporte escolar, sino de los métodos que se utilizan y del mimetismo con el deporte de competición: "el deporte escolar debe dar prioridad a los aspectos lúdicos y no a los aspectos competitivos". No se trata, en los centros escolares, como ya se ha señalado tantas veces, de formar campeones o de conseguir una "selección deportiva", sino de la "formación deportiva", que nosostros resumiríamos en la expresión "buscar un deporte para un niño" y no "un niño para un deporte"
El hecho de que el deporte no sea un producto educativo en su origen, hace que su introducción en la escuela se haga casi siempre como un mimetismo del deporte de adultos, y más aun del deporte de elite y del deporte espectáculo, y que primen en él más los objetivos estrictamente deportivos que los educativos.
La situación se ve agravada, en parte, porque los profesionales del deporte (monitores, entrenadores, etc.), que también han irrumpido en la escuela, se han formado tradicionalmente en ausencia de toda preparación pedagógica y buscan sobre todo en el deporte escolar el rendimiento y la competición.
No se trata pues, de educar para el deporte, como si éste fuese el coronamiento de la educación física, sino de educar a través del deporte. No hay oposición, además, entre deporte y educación física, ya que la actividad deportiva es considerada como un sistema de educación, tanto sea entrenamiento físico o simplemente recreación (A. Listello 1959).
El método deportivo utiliza como centro de interés el gusto de los niños por las actividades deportivas para, a través de ellas, alcanzar una formación completa, física, viril, moral y social, y a la vez extender el gusto por estas actividades mas allá de la edad escolar.
En efecto, no creemos que el deporte, tal como lo vivimos actualmente, resuelva los problemas de la educación física escolar.
La practica prioritariamente deportiva en la escuela, tanto por los métodos utilizados (analíticos y conductistas), como por los objetivos perseguidos de rendimiento y competición, ha supuesto dos cosas.
Una, por no ajustarse en sus métodos de aprendizaje, centrados sobre todo en la demostración y repetición como vía de adquisición de las técnicas, al ritmo de desarrollo del niño y a sus intereses, formas de comprensión, atención, etc., se convirtió muchas veces en un mero adiestramiento (un "minientrenamiento" mimético del de los adultos) y no en una verdadera educación, resultando paradójica mente poco motivante para muchos niños que deseaban más el juego motriz libre que las sesiones de aprendizaje rígidamente programadas; curiosamente, el aprendizaje de los deportes cae en los mismos vicios que se achacaban a la educación física metódica.
Otra, la enseñanza de los deportes con objetivos fundamentalmente de rendimiento y competición ha supuesto indirectamente la selección espontánea, cuando no provocada por los mismos profesores, de los más capacitados, de los mejores y el abandono más o menos explícito de los menos dotados o de los menos motivados, con lo cual la educación física en este caso viene a "reforzar" a los mejores pero no ha producido, hasta ahora, un interés generalizado por la practica de las actividades físicas como hacen patente los sondeos en nuestra sociedad.
Es verdad que últimamente existe todo un movimiento hacia el "deporte educativo" que lo distingue clara mente del "deporte competitivo"; "se necesita crear un deporte del niño, un deporte para el niño, es decir, un deporte de adquisición y de desarrollo de las aptitudes motrices que se diferencie del simple deporte de "performance" (R. Merand). En efecto no se trata de eliminar el deporte en la educación sino de que no contradiga, por sus métodos, los fines de la misma.
Los grandes defensores del deporte suelen adjudicarle, como ya hemos visto, una gran variedad de valores morales y sociales, desde el "fair-play" hasta la cooperación, la ayuda mutua o la identificación con las normas. A éstos se les podrá contestar también que el deporte en si mismo no tiene nada que ver con la moral, es la utilización del deporte la que lo puede convertir en promotor de ciertos valores como los señalados, pero también en promotor de los contrarios: agresividad, engaño, protagonismo exarcebado, etc.
Incluso, desde el punto de vista físico, el deporte no siempre mejora el organismo; piénsese, por ejemplo, en las consecuencias de la especialización precoz, o la adquisición de automatismos motores tan rígidos en algunos deportistas que les hace difícil la consecución de movimientos nuevos y, por lo tanto y paradójicamente, la mayor habilidad en un ámbito deportivo determinado reduce en ese individuo su disponibilidad motriz generalizada.
El deporte escolar por su propia definición debe tener fundamentalmente fines educativos, tanto referidos a la educación general como a la propia educación física y, consecuentemente con los pretendidos valores del deporte.
No se trata de rechazar el deporte escolar, sino de los métodos que se utilizan y del mimetismo con el deporte de competición: "el deporte escolar debe dar prioridad a los aspectos lúdicos y no a los aspectos competitivos". No se trata, en los centros escolares, como ya se ha señalado tantas veces, de formar campeones o de conseguir una "selección deportiva", sino de la "formación deportiva", que nosostros resumiríamos en la expresión "buscar un deporte para un niño" y no "un niño para un deporte"
El Deporte en la Escuela (Parte II)
Razones más importantes de los niños para practicar deporte
la motivación de logro
búsqueda de excelencia
la diversión
la necesidad de afiliación
Razones para abandonar la práctica del deporte
El conflicto de intereses
La inconstancia propia de la curiosidad infantil capaz de apasionarse fuertemente por una actividad durante un breve tiempo para dejarla después olvido
El carácter demasiado serio de los entrenamientos
El lugar preponderante de la competición
El sentimiento de no progresar
Las relaciones conflictivas con el entrenador
No soportar la presión.
En resumen y haciendo mías las afirmaciones de M. Durán, parece que la fluctuación y la inconstancia de la práctica deportiva en el niño depende en gran medida de las estructuras y el modo de funcionamiento del propio deporte infantil que muchas veces se contenta con aplicar un modelo reducido del adulto (estructura muy jerárquica, modelo rígido entrenamiento-competición, etc.).
Evidentemente la práctica de un deporte, sobre todo si éste es federado es algo más complejo que el dedicar se a un juego reglado, y no siempre el niño está en condiciones de asumir dicha complejidad, a veces asume algunos elementos y otras no.
Cualquier observador del mundo deportivo puede identificar los siguientes componentes. Práctica de una actividad física regular y realización de diferentes tipos de habilidades motrices que lógicamente producen en el niño un flujo de sensaciones y emociones muy características. Las características intrínsecas de la actividad física y las sensaciones que produce desempeñan un papel principal en la aceptación o rechazo de la actividad deportiva.
Un proceso de adquisición y mejoramiento de las habilidades motrices ligado básicamente a la pedagogía utilizada y que puede incidir a favor o en contra de lo señalado anteriormente.
Una práctica y un entrenamiento que se inscriben en un contexto competitivo rígidamente articulado según un calendario que es preciso cumplir y que se refuerza externamente con recompensas, trofeos, medallas, etc., que hacen aumentar la responsabilidad del participante.
Desarrollo de una vida asociativa que implica interacciones complejas y muchas veces ambiguas con los compañeros, entrenadores, etc.
Pues bien, esta riqueza y complejidad de la práctica deportiva es a la vez fuente de ambigüedad y puede explicar muchos de los abandonos al no poseer muchas veces los niños recursos suficientes para abarcar esta estructura.
Esto es lo que puede explicar también que en los últimos años haya una tendencia en el mundo infantil y juvenil deportivo hacia nuevas formas de prácticas individualizadas y no competitivas más ligadas a la búsqueda de sensaciones y aventuras que a la rigidez de la jerarquía y de la planificación deportiva; algo que por otra parte empieza ya a tenerse en cuenta también en algunas instituciones deportivas que tienden a separar la práctica masiva de carácter lúdico y de convivencia, de la formación de una elite orientada a la competición y al alto nivel deportivo; no así en el deporte practicado en colegios donde la rígida estructura federativa impone sus objetivos, alimentando indirectamente el ansia de prestigio social de muchos de ellos en este campo, en detrimento de una verdadera promoción deportiva que abarque a todos los colegiales.
La Especialización Temprana
El sistema de entrenamiento infantil y juvenil es realizable solo en el marco de las condiciones socioculturales reales y en base a la organización que el deporte ofrece (políticas, federaciones, clubes, etc.)
Por ello los modelos del entrenamiento juvenil no solo deben ser juzgados en función de su valor científico y organizativo sino además en base a su real aplicabilidad (D. Martin)
Por carga de entrenamiento se entiende a la cantidad de trabajo (o trabajo-pausa) realizado, expresando así el nivel de exigencia de las actividades, medios y métodos seleccionados para el entrenamiento.
El objetivo es que las cargas provoquen transformaciones funcionales, bioquímicas, morfológicas y psíquicas, en procesos de adaptación, como forma de aumentar la capacidad de rendimiento deportivo.
Por ejemplo, si el entrenamiento de alto nivel (?), se caracteriza por una sucesión alternada de cargas de diferente intensidad, podemos afirmar que las actividades de los niños en la primera edad escolar deben caracterizarse únicamente por el conjunto de gestos que la determinan. Ni más ni menos. Si los gestos son lo suficientemente proporcionales a las capacidades de cada uno y se los propone de manera que interesen y diviertan, entonces se logró el objetivo.
El joven, habitualmente, y en forma paralela desarrolla su formación cultural, intelectual y de futuro profesional. Esto puede ser analizado desde el punto de vista referente a que coexisten dos sistemas de exigencias de cargas (intelectivo y deportivo), que se desarrollan paralelamente y que deben se estimulados y aumentados continua y sistemáticamente, pero en el mismo sujeto. (D. Martin)
"Si se quiere reducir al mínimo el conflicto inevitable de los objetivos de las exigencias de las dos carreras (curricular y deportiva), el aumento en la eficiencia de la utilización del tiempo que se dispone, representa un antecedente fundamental para la programación de las cargas de entrenamiento en un contexto global" (D. Martin)
Esto nos obliga a elaborar y desarrollar un sistema de entrenamiento infantil y juvenil que se caracterice por el aumento racional del tiempo y los volúmenes, en un marco realista y realizable, obteniendo sobre todo un aumento de la calidad y la eficacia del entrenamiento.
Durante la última década la orientación deportiva ha buscado, una conducción general hacia la asociación de contenidos de formación multilateral con los de formación especial, utilizando modelos cronológicos a largo plazo.
Tomando como referencia alguna de las últimas tendencias de la teoría del entrenamiento (Boiko, Verchosanskij), el camino de concentrar las cargas en función del espectro de los componentes de la actividad deportiva, nos estaría marcando una senda hacia la especialización temprana.
A esta tendencia se contraponen las corrientes que promueven la formación multilateral básica, como principio fundamental del entrenamiento infantil y juvenil. (Joch, Schmidt, Martin, Becker, etc.), basados en la integración de consideraciones metodológicas, biológicas-evolutivas y de orden pedagógico.
Metodológicamente, se parte de la experiencia que existe una estrecha relación entre la formación multilateral y el nivel de rendimientos futuros y su estabilidad. Biológica y evolutivamente, la formación multilateral favorece los procesos de maduración y desarrollo, de acuerdo a los períodos sensibles del mismo, y evitando un excesivo desgaste unilateral precoz.
Pedagógicamente, los niños no son especialistas, ya que la edad infantil tiene una función de preparación para la vida futura y la misma carece de especificidad, por lo cual utiliza formas variadas de movimiento y juego.
En la última década el nivel técnico-coordinativo y la exigencia motora de los deportes, ha crecido significativamente, lo cual ha exigido una concentración precoz del entrenamiento en el desarrollo de los elementos específicos básicos, en los fundamentos técnico-tácticos y en el grado de dificultad de las estructuras motoras competitivas. Esto es, que ya en el entrenamiento &laqno;de base» se exigen un conjunto de coordinaciones específicas a través de un aprendizaje continúo de nuevas estructuras motrices.
Por esta razón muchos metodólogos aconsejan la construcción de un enorme "banco de datos" motrices específicos, en forma precoz, ya que cuando los programas motores se estabilizen, las mejoras serán sensiblemente inferiores, y fundamentalmente serán una base muy importante para el desarrollo de nuevos programas.
La multilateralidad, responde a que el entrenamiento junto con el desarrollo de contenidos específicos, se estimulan aquellos que abarcan otras actividades deportivas, con el objetivo de desarrollar la coordinación general. Por lo cual la especialización significaría (para los defensores de la multilateralidad) una limitación de las condiciones de desarrollo, por lo que desde el punto de vista del entrenamiento el principio de multilateralidad es fundamental (P.Tschiene).
Por su parte, otros autores consideran que la especialización, significa concentrar el entrenamiento en algunos fundamentos y formas de la subsiguiente activad deportiva-competitiva. Previniendo contra el riesgo de que la especialización se transforme en una limitación, que altere la construcción de la base motriz necesaria.
La "especialización en el momento justo y creciente" de acuerdo a Müller, significa no solo la adquisición de un nivel específico para un deporte determinado, sino fundamentalmente el aprovechamiento de los potencialidades ontogénicas de la adaptación. Reconociendo que niños y adolescentes presentan momentos del desarrollo y la maduración particularmente favorables para su estimulación. (Fases sensibles).
La estructura cronológica del entrenamiento infantil y juvenil, siguiendo el criterio atepuesto, establece una división horizontal entre la formación "multilateral general" y "específica" y dos bloques verticales, que coinciden, el primero con la segunda edad escolar y el segundo con la primera etapa puberal.
Bloque 1 (prepuberal): Altas exigencias de los sistemas coordinativos, en la recepción, elaboración y control de información de movimientos, con adecuadas demandas de aprendizajes y coordinaciones.
Bloque 2 (puberal): Exigencias notablemente crecientes de los procesos energéticos y funcionales del organismo. (Martin y Lehnertz)
Destacando la característica de que cada bloque se subdivida en preparación general y especial, con un objetivo guía hacia una exigencia específica.
Si retornamos a la consideración de lo limitado del tiempo en las edades infantiles y juveniles, y de la no aplicabilidad del concepto de incremento del rendimiento por el volumen global del entrenamiento, desembocamos en que en estas edades las necesarias exigencias de la carga se deben buscar en los fundamentos que permiten mejorar la calidad y la eficiencia del entrenamiento.
"Los incrementos de la carga no pueden relacionarse simplemente con un aumento del volumen de la carga de entrenamiento, sino fundamentalmente con un aumento de su calidad, con un costo eficiente de trabajo físico" (D. Martin, P. Tschiene)
Esto significa que en la estructura de la carga, los componentes habituales de la dinámica del entrenamiento y sus incrementos (volumen, intensidad, densidad, duración, frecuencia, etc.), dejan lugar al incremento cualitativo de las cargas. (Principio del incremento de la calidad del entrenamiento)
Para el continuo aumento de la calidad sin repercusión en los volúmenes de entrenamiento debemos considerar:
· el continuo incremento del grado de dificultad de las coordinaciones y de los aprendizajes requeridos.
· la aplicación de la mayor condensación posible
· el mejoramiento continuo de la coordinación intra e intermuscular para el aumento de la velocidad en las expresiones de fuerza, con escasa resistencia externa.
Ha sido establecido por J. Verchosanskij, que en el entrenamiento todos los niveles de preparación (orgánica, muscular, técnica, táctica, competitiva, psicológica, etc.), tienen un objetivo común, este es el aumento de la capacidad de velocidad del deportista y su más eficiente utilización competitiva.
Este objetivo, centro del entrenamiento "mayor" tiene sus raíces arraigadas en el entrenamiento infantil y juvenil. El desarrollo sistemático y en el momento oportuno de los patrones de movimiento, de los impulsos nerviosos, corticales, subcorticales y medulares segmentarios de reclutamiento y control, es el que mejor se adecua con el aumento del rendimiento cualitativo o coordinativo de los centros superiores.
Este enfoque nos obliga a asumir la importancia de la unidad del entrenamiento en el concepto del todo, y el centro de acción que corresponden nuestras capacidades coordinativas y perceptivo-cinéticas.
Razones más importantes de los niños para practicar deporte
la motivación de logro
búsqueda de excelencia
la diversión
la necesidad de afiliación
Razones para abandonar la práctica del deporte
El conflicto de intereses
La inconstancia propia de la curiosidad infantil capaz de apasionarse fuertemente por una actividad durante un breve tiempo para dejarla después olvido
El carácter demasiado serio de los entrenamientos
El lugar preponderante de la competición
El sentimiento de no progresar
Las relaciones conflictivas con el entrenador
No soportar la presión.
En resumen y haciendo mías las afirmaciones de M. Durán, parece que la fluctuación y la inconstancia de la práctica deportiva en el niño depende en gran medida de las estructuras y el modo de funcionamiento del propio deporte infantil que muchas veces se contenta con aplicar un modelo reducido del adulto (estructura muy jerárquica, modelo rígido entrenamiento-competición, etc.).
Evidentemente la práctica de un deporte, sobre todo si éste es federado es algo más complejo que el dedicar se a un juego reglado, y no siempre el niño está en condiciones de asumir dicha complejidad, a veces asume algunos elementos y otras no.
Cualquier observador del mundo deportivo puede identificar los siguientes componentes. Práctica de una actividad física regular y realización de diferentes tipos de habilidades motrices que lógicamente producen en el niño un flujo de sensaciones y emociones muy características. Las características intrínsecas de la actividad física y las sensaciones que produce desempeñan un papel principal en la aceptación o rechazo de la actividad deportiva.
Un proceso de adquisición y mejoramiento de las habilidades motrices ligado básicamente a la pedagogía utilizada y que puede incidir a favor o en contra de lo señalado anteriormente.
Una práctica y un entrenamiento que se inscriben en un contexto competitivo rígidamente articulado según un calendario que es preciso cumplir y que se refuerza externamente con recompensas, trofeos, medallas, etc., que hacen aumentar la responsabilidad del participante.
Desarrollo de una vida asociativa que implica interacciones complejas y muchas veces ambiguas con los compañeros, entrenadores, etc.
Pues bien, esta riqueza y complejidad de la práctica deportiva es a la vez fuente de ambigüedad y puede explicar muchos de los abandonos al no poseer muchas veces los niños recursos suficientes para abarcar esta estructura.
Esto es lo que puede explicar también que en los últimos años haya una tendencia en el mundo infantil y juvenil deportivo hacia nuevas formas de prácticas individualizadas y no competitivas más ligadas a la búsqueda de sensaciones y aventuras que a la rigidez de la jerarquía y de la planificación deportiva; algo que por otra parte empieza ya a tenerse en cuenta también en algunas instituciones deportivas que tienden a separar la práctica masiva de carácter lúdico y de convivencia, de la formación de una elite orientada a la competición y al alto nivel deportivo; no así en el deporte practicado en colegios donde la rígida estructura federativa impone sus objetivos, alimentando indirectamente el ansia de prestigio social de muchos de ellos en este campo, en detrimento de una verdadera promoción deportiva que abarque a todos los colegiales.
La Especialización Temprana
El sistema de entrenamiento infantil y juvenil es realizable solo en el marco de las condiciones socioculturales reales y en base a la organización que el deporte ofrece (políticas, federaciones, clubes, etc.)
Por ello los modelos del entrenamiento juvenil no solo deben ser juzgados en función de su valor científico y organizativo sino además en base a su real aplicabilidad (D. Martin)
Por carga de entrenamiento se entiende a la cantidad de trabajo (o trabajo-pausa) realizado, expresando así el nivel de exigencia de las actividades, medios y métodos seleccionados para el entrenamiento.
El objetivo es que las cargas provoquen transformaciones funcionales, bioquímicas, morfológicas y psíquicas, en procesos de adaptación, como forma de aumentar la capacidad de rendimiento deportivo.
Por ejemplo, si el entrenamiento de alto nivel (?), se caracteriza por una sucesión alternada de cargas de diferente intensidad, podemos afirmar que las actividades de los niños en la primera edad escolar deben caracterizarse únicamente por el conjunto de gestos que la determinan. Ni más ni menos. Si los gestos son lo suficientemente proporcionales a las capacidades de cada uno y se los propone de manera que interesen y diviertan, entonces se logró el objetivo.
El joven, habitualmente, y en forma paralela desarrolla su formación cultural, intelectual y de futuro profesional. Esto puede ser analizado desde el punto de vista referente a que coexisten dos sistemas de exigencias de cargas (intelectivo y deportivo), que se desarrollan paralelamente y que deben se estimulados y aumentados continua y sistemáticamente, pero en el mismo sujeto. (D. Martin)
"Si se quiere reducir al mínimo el conflicto inevitable de los objetivos de las exigencias de las dos carreras (curricular y deportiva), el aumento en la eficiencia de la utilización del tiempo que se dispone, representa un antecedente fundamental para la programación de las cargas de entrenamiento en un contexto global" (D. Martin)
Esto nos obliga a elaborar y desarrollar un sistema de entrenamiento infantil y juvenil que se caracterice por el aumento racional del tiempo y los volúmenes, en un marco realista y realizable, obteniendo sobre todo un aumento de la calidad y la eficacia del entrenamiento.
Durante la última década la orientación deportiva ha buscado, una conducción general hacia la asociación de contenidos de formación multilateral con los de formación especial, utilizando modelos cronológicos a largo plazo.
Tomando como referencia alguna de las últimas tendencias de la teoría del entrenamiento (Boiko, Verchosanskij), el camino de concentrar las cargas en función del espectro de los componentes de la actividad deportiva, nos estaría marcando una senda hacia la especialización temprana.
A esta tendencia se contraponen las corrientes que promueven la formación multilateral básica, como principio fundamental del entrenamiento infantil y juvenil. (Joch, Schmidt, Martin, Becker, etc.), basados en la integración de consideraciones metodológicas, biológicas-evolutivas y de orden pedagógico.
Metodológicamente, se parte de la experiencia que existe una estrecha relación entre la formación multilateral y el nivel de rendimientos futuros y su estabilidad. Biológica y evolutivamente, la formación multilateral favorece los procesos de maduración y desarrollo, de acuerdo a los períodos sensibles del mismo, y evitando un excesivo desgaste unilateral precoz.
Pedagógicamente, los niños no son especialistas, ya que la edad infantil tiene una función de preparación para la vida futura y la misma carece de especificidad, por lo cual utiliza formas variadas de movimiento y juego.
En la última década el nivel técnico-coordinativo y la exigencia motora de los deportes, ha crecido significativamente, lo cual ha exigido una concentración precoz del entrenamiento en el desarrollo de los elementos específicos básicos, en los fundamentos técnico-tácticos y en el grado de dificultad de las estructuras motoras competitivas. Esto es, que ya en el entrenamiento &laqno;de base» se exigen un conjunto de coordinaciones específicas a través de un aprendizaje continúo de nuevas estructuras motrices.
Por esta razón muchos metodólogos aconsejan la construcción de un enorme "banco de datos" motrices específicos, en forma precoz, ya que cuando los programas motores se estabilizen, las mejoras serán sensiblemente inferiores, y fundamentalmente serán una base muy importante para el desarrollo de nuevos programas.
La multilateralidad, responde a que el entrenamiento junto con el desarrollo de contenidos específicos, se estimulan aquellos que abarcan otras actividades deportivas, con el objetivo de desarrollar la coordinación general. Por lo cual la especialización significaría (para los defensores de la multilateralidad) una limitación de las condiciones de desarrollo, por lo que desde el punto de vista del entrenamiento el principio de multilateralidad es fundamental (P.Tschiene).
Por su parte, otros autores consideran que la especialización, significa concentrar el entrenamiento en algunos fundamentos y formas de la subsiguiente activad deportiva-competitiva. Previniendo contra el riesgo de que la especialización se transforme en una limitación, que altere la construcción de la base motriz necesaria.
La "especialización en el momento justo y creciente" de acuerdo a Müller, significa no solo la adquisición de un nivel específico para un deporte determinado, sino fundamentalmente el aprovechamiento de los potencialidades ontogénicas de la adaptación. Reconociendo que niños y adolescentes presentan momentos del desarrollo y la maduración particularmente favorables para su estimulación. (Fases sensibles).
La estructura cronológica del entrenamiento infantil y juvenil, siguiendo el criterio atepuesto, establece una división horizontal entre la formación "multilateral general" y "específica" y dos bloques verticales, que coinciden, el primero con la segunda edad escolar y el segundo con la primera etapa puberal.
Bloque 1 (prepuberal): Altas exigencias de los sistemas coordinativos, en la recepción, elaboración y control de información de movimientos, con adecuadas demandas de aprendizajes y coordinaciones.
Bloque 2 (puberal): Exigencias notablemente crecientes de los procesos energéticos y funcionales del organismo. (Martin y Lehnertz)
Destacando la característica de que cada bloque se subdivida en preparación general y especial, con un objetivo guía hacia una exigencia específica.
Si retornamos a la consideración de lo limitado del tiempo en las edades infantiles y juveniles, y de la no aplicabilidad del concepto de incremento del rendimiento por el volumen global del entrenamiento, desembocamos en que en estas edades las necesarias exigencias de la carga se deben buscar en los fundamentos que permiten mejorar la calidad y la eficiencia del entrenamiento.
"Los incrementos de la carga no pueden relacionarse simplemente con un aumento del volumen de la carga de entrenamiento, sino fundamentalmente con un aumento de su calidad, con un costo eficiente de trabajo físico" (D. Martin, P. Tschiene)
Esto significa que en la estructura de la carga, los componentes habituales de la dinámica del entrenamiento y sus incrementos (volumen, intensidad, densidad, duración, frecuencia, etc.), dejan lugar al incremento cualitativo de las cargas. (Principio del incremento de la calidad del entrenamiento)
Para el continuo aumento de la calidad sin repercusión en los volúmenes de entrenamiento debemos considerar:
· el continuo incremento del grado de dificultad de las coordinaciones y de los aprendizajes requeridos.
· la aplicación de la mayor condensación posible
· el mejoramiento continuo de la coordinación intra e intermuscular para el aumento de la velocidad en las expresiones de fuerza, con escasa resistencia externa.
Ha sido establecido por J. Verchosanskij, que en el entrenamiento todos los niveles de preparación (orgánica, muscular, técnica, táctica, competitiva, psicológica, etc.), tienen un objetivo común, este es el aumento de la capacidad de velocidad del deportista y su más eficiente utilización competitiva.
Este objetivo, centro del entrenamiento "mayor" tiene sus raíces arraigadas en el entrenamiento infantil y juvenil. El desarrollo sistemático y en el momento oportuno de los patrones de movimiento, de los impulsos nerviosos, corticales, subcorticales y medulares segmentarios de reclutamiento y control, es el que mejor se adecua con el aumento del rendimiento cualitativo o coordinativo de los centros superiores.
Este enfoque nos obliga a asumir la importancia de la unidad del entrenamiento en el concepto del todo, y el centro de acción que corresponden nuestras capacidades coordinativas y perceptivo-cinéticas.
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